Sobre el mito de Abraham

La ausencia de documentación histórica y arqueológica que respalde la historicidad de los profetas nombrados en el Antiguo Testamento, ha sido frecuentemente fuente de controversias entre quienes se atienden a los aportes de las evidencias científicas, y quienes por sus creencias religiosas consideran que a pesar de la ausencia de prueba científica alguna, los mitos veterotestamentarios fueron hechos históricos reales.

En este sentido, surge de cuando en cuando quien recurre a una supuesta evidencia histórica o arqueológica para afirmar que aquello que dice su creencia religiosa sobre sus personajes o sucesos míticos, ha sido constatado por fin científicamente.

Una de estas historias de creencia religiosa que intenta apoderarse de un descubrimiento científico, se entrecruzó con unas tablillas de barro que contenían escrituras cuneiformes, y que fueron descubiertas hace unas décadas en una región cercana a la Palestina histórica.

La manipulación estaba servida.

Los imposibles profetas de las tablillas de Ebla

El asentamiento de Ebla, situado en la Siria septentrional, se remonta a comienzos del III milenio a.C., pero su transformación en un reino con capacidad expansiva no acontece hasta cerca del 2.400 a.C., tiempo que se corresponde con el período en el que se han datado las tablillas más antiguas.

Hacia el 2.250 a.C. Ebla es saqueada por invasores acadios, hecho que supuso el fin cultural del reino debido a que a partir de entonces cayó en desuso tanto la lengua eblita como la sumeria, idiomas ambos en los que estaban grabadas las tablillas. La lengua del reino fue entonces sustituida por la de los invasores acadios.

La decadencia cultural después del saqueo del reino por los acadios de Naram-Sin no supuso sin embargo su desaparición como entidad política, pues el reino fue posteriormente restaurado. Sufrió otra invasión amorrita hacia mediados del XIX a.C.  que tampoco supuso su desaparición política, aunque en el plano cultural nunca volvió a resurgir su antiguo esplendor.

El período de pervivencia política aunque de decadencia cultural se extendió desde la invasión acadia hacia el 2.250 a.C. hasta la de los hititas en torno a 1.650 a.C.. Durante ese tiempo fue el idioma acadio, y en menor medida el amorrita, el que hizo de lengua oficial del reino de Ebla.

Tras la invasión hitita en 1.650 a.C. se cierra definitivamente la historia política del reino de Ebla.

Este escueto resumen alusivo a la historia de las tablillas de Ebla viene a razón de establecer un marco cronológico para las mismas, en base a los datos aportados hasta el momento por la documentación histórica y arqueológica disponible.

Dado que las tablillas fueron redactadas en eblita y sumerio, estas no pueden recoger acontecimientos fechados con posterioridad al 2.250 aproximadamente. La caída en desuso de una y otra lengua traza una línea divisoria que viene ha indicar que con posterioridad al 2.250 no se volvió a escribir en eblita ni sumerio sobre las tablillas hasta ahora conocidas.

No obstante esta constatación arqueológica, hay quien dice que en estas tablillas se han encontrado tres nombres que han sido identificados con otros tantos profetas bíblicos anteriores al visionario José.

Estos tres personajes que se encuentran mencionados tanto en la Biblia como en el Corán, serían según los sostenedores de esta teoría, el profeta David, el profeta Abraham, y el profeta Ismael.

Según se desprende del relato veterotestamentario del Génesis, Abraham habría vivido tres generaciones antes que José (fue padre de Isaac, abuelo de Jacob, y bisabuelo de José el visionario), el cual habría residido en las Dos Tierras, siempre según el relato veterotestamentario, durante el dominio de los príncipes pastores, período que abarcaría desde mediados del siglo XVII a mediados del XVI a.C..

Bajo tal condicionamiento establecido por el mismo Libro del Génesis, no se puede sino inferir que Abraham debió haber vivido, según la propia lógica del relato mítico, en algún lapso temporal comprendido dentro de la primera mitad del segundo milenio a.C..

Teniendo en cuenta que Ismael, el segundo profeta del que algunos dicen que aparece mencionado en las tablillas de Ebla, fue hijo de Abraham, es de sentido común situarlo cronológicamente más cercano aún al tiempo de José (mediados del XVII a.C. – mediados del XVI a.C.).

En lo que respecta al tercero de los profetas supuestamente mencionados en las tablillas en eblita y sumerio de Ebla, David, la cronología bíblica lo sitúa entre fines del XI a.C. y mediados del X a.C.

Tales profetas debieron entonces vivir en un período muy posterior al de la datación de las tablillas, establecida entre c. 2.400 y c. 2250 a.C..

La inclusión de los nombres de los profetas en el imaginario de los antiguos israelitas puedo suponer que la adopción de tales nombres se debiese al hecho de que estos hubiesen sido adoptados de entre los que ya circulaban entre las creencias transcendentes de los pueblos de Siria-Palestina desde hacía muchas generaciones. En este sentido, los profetas podrían haber constituido el reflejo antropomórfico de antiguas divinidades presentes en la psique politeísta.

Pseudonimia               

El hebreo arcaico utilizado en la época del primer templo comenzó a formarse después del X a.c., y a partir del VII a.c. comenzó a ser sustituido por el arameo, época a partir de la cual comenzaron a redactarse en ambas lenguas los primeros textos veterotestamentarios.

En la época en que el pseudohistoricismo hace vivir a Moisés, siglos XIII-XII a.C. no se conocían ninguna de aquellas dos lenguas, pues era entonces el fenicio-hebraico la que pudieron conocer las tribus israelitas de aquel período histórico.

A pesar de ello y contra toda lógica, puesto que no existe texto veterotestamentario alguno escrito en fenicio-hebraico, este pseudohistoricismo le otorga a Moisés la autoría de algunos de los escritos sagrados hebreos. Las lenguas en las que fueron redactados aquellos más antiguos, hebreo o arameo, no eran conocidas en los tiempos en los que la cronología bíblica hace vivir a Moisés.

De ello se puede inferir que la pseudonimia fue una práctica usual en el proceso de transcripción de distintos relatos mitológicos mesopotámicos al canon religioso hebreo a partir de la segunda mitad del primer milenio a.C. ya en tiempos del Segundo Templo.

Monoteísmo imperfecto y teofanía

La mente humana ha plasmado en los textos veterotestamentarios, neotestamentarios,y coránicos, fundamentos del canon monoteísta,  su forma de concebir la teofánia como suceso sobrenatural consustancial a la originaria naturaleza humana, fitra en el lenguaje coránico.

Sin embargo, mientras que en el Antiguo Testamento y en el Corán la sustancia teofánica se manifiesta a través del descenso de la palabra revelada por dios mismo o un ángel a un profeta, en el Nuevo Testamento la sustancia teofánica se funde en un descenso de naturaleza corpórea, manifestado en la persona de Jesús.

El monoteísmo expuesto tanto en los textos judíos, cristianos, como islámicos, no es perfecto, pues todos ellos contienen ideas que subrepticiamente difuminan esa esencia única que dogmáticamente los creyentes de unas y otras religiones le atribuyen a sus escritos sagrados.

Los elementos asociados al dios único constituyen residuos de una evolución conceptual cuyo rastro en el tiempo es susceptible de ser escrutado hasta entroncarlo con las bases doctrinales de arcaicas creencias politeístas.

El monoteísmo no surgió como tal entre los hebreos hasta después del tiempo en que estos fueron sometidos y desterrados por Nabukudurriussur. Fue entonces cuando la casta sacerdotal dominante impulsó la transformación psíquica del henoteísmo étnico en creencia en un dios único, debido a la necesidad de cohesionar a su pueblo ante el peligro de descomposición social, y consecuentemente de desaparición de los lazos de unidad psicológica entre las diferentes tribus hebreas.

Todo ello bajo la presión a la que desde hacía generaciones estaban sometidos como pueblo por las políticas expansionistas de los imperios de su entorno, hecho que habría incidido de manera determinante en su concepción psicológica del mundo y en el reforzamiento del sentimiento de singularidad respecto de si mismos que imbuía a los hebreos.

Si los conceptos teológicos de los que nos hablan los textos religiosos hebreos constituyen adaptaciones de la antigua religión henoteísta, esta a su vez evolucionó de otra más arcaica.

Su desarrollo se manifiesta entonces en un entorno geográfico determinado, entre un grupo étnico cohesionado por una lengua común y una religión politeísta que concebía la existencia de una deidad principal junto a la de otras muchas de orden secundario. El peligro de que la inestable situación política bajo la que se veían obligados a tener que vivir derivase en la conformación de grupos sectarios que siguiesen a una u otra divinidad menor, impulsó la decisión de la élite sacerdotal de eliminar tal multiplicidad de divinidades.

Conclusión

La atribución a las tablillas de Ebla de menciones que supuestamente respaldarían el relato bíblico del Antiguo Testamento, constituye un intento más de manipulación de las evidencias científicas, para intentar hacer creer a la opinión pública que estas respaldan los relatos míticos consustanciales a toda creencia religiosa.

En esta tarea no dudan algunos autores con creencias religiosas, respaldados por líderes religiosos de las comunidades a las que pertenecen, en recurrir a la falsedad para favorecer su influencia o liderato. El poder y la ambición por obtener sustanciosos aportes de dinero están siempre así en la raíz de todas estas actitudes innobles

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